Informa nuestro excitado reportero Apri A. Apismo.- Es sabido, al menos por lo que poseen cierta actividad interneuronal, que el sistema económico en el Kòsmos funciona en base a una serie de elementales premisas. Una de ellas, consiste en que cada persona renuncia a un estatus ontológico mínimamente digno y adquiere una condición de consumidor compulsivo concretada en actividades tales como deambular por grandes centros comerciales expulsando fluidos salivares y agitando las manos, gesto espasmódico originado en algún inescrutable instinto atávico, a ver si pillan algo. El caso es que uno de los garantes de que los consumidores compulsivos continúen en su estado de perpetua alienación y papanatismo elemental son las monstruosas campañas publicitarias que pergeñan, con mayor o menor fortuna, las grandes agencias plagadas de creativos, de peculiar apariencia física y liberados de cualquier problema de conciencia, a sueldo de las poderosas compañías multikòsmicas. Si hasta ahora, esos trabajos publicitarios se esforzaban más o menos en resultar sutiles y tenían cierta ambición estética, parece que un nuevo paradigma "anuncia" nuevas tiempos, y perdonen ustedes el chiste fácil. El colectivo que parece que más se vende últimamente a las grandes empresas es el de los psicólogos, ya que son los que han orientado las nuevas campañas de publicidad al evidenciar que los consumidores son aún más lamentables de lo que se pensaba. Es decir, si resulta una evidencia la ausencia en ellos de razón e intelecto, ahora quiere apelarse también a las más penosas carencias sexuales y afectivas -algo que todo el mundo sabe que viene a ser lo mismo- de la mayor parte del personal. Así es, está científicamente demostrado, o así quieren que lo creamos, que en la infancia de ese ser despreciable sin proyecto vital ni ambición moral alguna, y que sin embargo sostiene el sistema gracias a su comportamiento zombificado, se origina una frustración sexual de aquí te espero, concretada más tarde cuando su vida se consolida como la inanidad absoluta y se ve obligado a compartir su existencia con un semejante. Hay que olvidarse ya de viejos conceptos que aludían a lo subliminal, ya que aquellas campañas presumían al menos cierto nivel de conciencia en el consumidor, algo que ahora invita a la carcajada tan solo pensarlo. La cosa es mucho más elemental a estas alturas de la historia en el Kòsmos, ya que se apela a un conductismo sencillo y eficaz que ha venido en denominarse PPP (siglas de
Poner Palote al Personal) que obliga al consumidor a adquirir un producto creyendo así que en algún momento va a tener relaciones sexuales aceptables. Las campañas PPP, que ya proliferan en los centros comerciales (es decir, en la mayor parte de la superficie habitada del Kòsmos), están plagadas de ubres, vulvas, vergas, nalgas, bolsas escrotales y toda suerte de gónadas de la más amplia variedad de especies conocidas, como corresponde a este nuevo paradigma que ha recibido además el beneplácito legislativo. Algunos grupos de meapilas han protestado, pero comprenderán ustedes que aquí puede más el lucro económico que la gazmoñería.
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CCC (Característico Consumidor Compulsivo). |
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