miércoles, 20 de junio de 2012

domingo, 17 de junio de 2012

Contrato político precoz en el planeta Conazo

Una nueva forma de vida inteligente, o más o menos, parece que ha surgido en el planeta Conazo, en el Sistema Remoto, allá por la parte suroriental del Kòsmos a mano izquierda. El caso es que una serie de individuos con un supuesto desarrollo de la conciencia política, y a pesar de su carencia total de extremidades de ningún tipo y de tener forma de una ridícula pelota esponjosa, han decidido hacer un pacto para fundar la sociedad y, por extensión, el Estado. Ahí es nada, parece que la evolución no espera por nadie y cualquier forma de vida se muestra ávida de fastidiar todo lo antes posible. Algunos de ustedes, queridos lectores, aventajados en cuestiones políticas, habrán reconocido lo que se llama, originariamente en el planeta Urras, el Contrato Social, llevado a cabo en los inicios de la civilización y que se jodan los que vengan detrás. Así es, las muy elementales formas de vida conozianas van a reproducir el mismo sistema político que se acabó extendiendo por todo el Kòsmos y que todo quisque acepta sin rechistar basado en algo que, ocurriera o no, se ha convertido en un mito. Vamos, que no hay manera de que surja algo mejor y así nos va. El pacto, contracto, tratado, convenio, acuerdo o componenda, también llamado cabronada, que han llevado a cabo las ridículas pelotas conazianas con un inexplicable orgullo, hace que todos los firmantes renuncien voluntariamente a su estado natural y acepten las reglas del Estado político. Lo más gracioso es que el carácter voluntario del pacto obliga indefinidamente a todas las generaciones posteriores. Al menos en Urras, despues de cientos de siglos de civilización, nadie recuerda haber firmado nada.

A pesar de ser tan precarios estructuralmente como formas de vida, los conazianos ya han firmado un contrato para fundar el sistema político. De momento, uno ya se ha erigido en monarca.

miércoles, 13 de junio de 2012

domingo, 10 de junio de 2012

Breviario

Un tipo trata de suicidarse ingiriendo tropecientas pastillas homeopáticas y, al seguir con vida, demanda a la compañía fabricante. La compañía fabricante alega en su favor que hasta un crío sabe que el principio activo de sus productos es mínimo, mínimo, inexistente vamos, y que si el fulano ese quiera matarse, que acuda a algún medicamento de verdad.
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Cada vez tienen más nivel de sofisticación los rituales religiosos en los que te comes a tu propio dios. Así es, aunque parece que la práctica viene de antiguo, la llamada teofagia está convirtiéndose ya en un vicio. De hecho, algunos creyentes, ya puestos, han practicado incluso la alta cocina con sus deidades y les han quedado platos de lo más exquisitos.


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En el planeta Urras está a punto de inaugurarse otro torneo, a nivel mundial, del deporte ese en que una panda de descerebrados persiguen semidesnudos un esférico sobre un campo limitado mientras miles de seres vestidos de manera irrisoria les observan con la mirada perdida, jalean de forma ininterrumpida e insultan con un vocabulario limitado. No es muy explicable el éxito de este deporte desde un punto de vista meramente estético, por lo que hay quien lo ha justificado desde una perspectiva metafísica: démosles a las masas un pequeño ritual donde se desahoguen y estará asegurada la paz social. Amén.


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El nivel de absorción de neuronas de los terminales kòsmosivos está llegando a un punto tal, que las exigencias del espectador sobre las emisiones se han convertido ya en patéticas. Las productoras de los programas están pensando en convertir cada terminal, a su vez, en un emisor en directo que devuelva la propia imagen del hogar en el que se está observando el programa. De esa manera, el televidente observará su propia miseria existencial y se enfrentará a su propia idiocia las 24 horas del día. Se espera que el nivel de exigencia del espectador quede así satisfecho.