miércoles, 15 de agosto de 2012

Crucero de placer, víctima de extrañas afecciones

Continúa con rumbo desconocido el antaño crucero de placer Costa Revoltosa. La mayestática nave partió hace semanas con varias decenas de miles de pasajeros a bordo, procedentes en su mayor parte de las clases acomodadas de los sistemas superiores del Kòsmos, para iniciar un viaje de lujo a los bellos parajes de los Anillos de Andromeda, cuando nadie podía imaginar lo que iba a suceder transcurridos unos días. Cada rincón del Costa Revoltosa se encontraba pensado con un doble motivo: que los huéspedes del crucero disfrutaran de lo lindo con diversiones inanes y, además, acabaran comprando algún objeto estúpido o contratando algún servicio más que prescindible. De hecho, lo primero que se realizaba al embarcar por parte de la compañía es entregar una tarjeta Costa a cada cliente, la cual se asociaría inmediatamente a una tarjeta de crédito; de esa manera, no era necesario contar con dinero efectivo a bordo y todo el mundo se lanzaría con todas las facilidades a una loca y necia carrera de consumo desenfrenado. Después de pocos días, algún tipo de afección empezó a propagarse por la nave, el cual convirtió a cada pasajero en una especie de zombi descerebrado, ya con el único impulso vital de consumir todo lo que se encuentre a su paso empuñando como arma su poderosa tarjeta de plástico de crédito ilimitado. Algunos de ustedes, lectores avispados, dirán que ese comportamiento no era sino el previsto en este tipo de seres; sin embargo, puede hablarse en realidad de una exacerbación de la conducta habitual del burgués kòsmico medio, ya que desaparece por fin cualquier rasgo racional y su único afán es saciar sus apetitos más elementales. Debía ser un auténtico cuadro contemplar cómo cientos de glotones seres con sobrepeso deambulaban por todos los lugares comerciales de la nave tratando de aliviar su pobre existencia en busca de algún tipo de consumo innecesario. Algunos científicos no hablan necesariamente de un virus o extraña afección, sino que es posible que se haya producido un paso más en la involución vital de este tipo de seres, ya de por sí lamentables. Pero la nave Costa Revoltosa es una auténtica ciudad espacial, con 900 miembros de la tripulación y 5.000 trabajadores de todo tipo, procedentes de las especies proletarias de los sistemas inferiores del Kòsmos; ¿cómo afectó la situación a todas estas personas? En el caso de la tripulación, con el capitán a la cabeza junto a todo el Estado Mayor, fueron los primeros en abandonar vergonzosamente el barco, y no es ningún símil, en pequeñas naves de salvamento. Los numerosos trabajadores, según nuestra información, parece que fueron también víctimas de algún tipo de virus que afectó, esta vez de manera muy diferente, a su propia conciencia. Al observar el comportamiento exacerbado de todos aquellos despreciables seres acomodados a los que, hasta entonces, habían estado sirviendo, los trabajadores empezaron a organizarse, cooperar y trabajar esta vez para su propio bienestar. El resultado es que no tardaron demasiado en hacerse con el control de la nave y dirigirse, tal vez a un destino incierto, pero decidiendo ahora ellos mismos el rumbo. El cronista pide que se reconozca cierto lirismo en su obra, no exento de algún tipo de extraña belleza.

El crucero espacial de vacaciones de lujo Costa Revoltosa, ahora autogestionado por sus propios trabajadores.

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