El prestigioso sicoanalista Sebastian Puagh, con una gran pléyade de discípulos que siguen sus postulados de manera más bien ácritica y que se presentan en todo acto dispuestos a aplaudir a su maestro de manera más bien papanatas, se reiteró en su concepción de la persona (sujeto más o menos reflexivo, perteneciente a diversas especies kósmicas), y su sique, el cual desarrollaría en sus primeros años una fuerte neurosis antes incluso que poseyera la capacidad de razonar. Por lo tanto, y en palabras del propio Puagh, "el individuo es un desequilibrado monumental, en cuanto nos descuidamos tiende a los impulsos más básicos (violencia, sexo con mascotas, defecación compulsiva...), por lo que es necesario meterle en vereda en sociedad con una fuerte autoridad que le conmiene hacia un comportamiento civilizado". El eminente y vetusto sicoanalista considera que el individuo tiene condiciones inherentes que le empujan a la neurosis, y solo con años de terapia puede ser mínimamente solventable la patología. Los detractores de este hombre le tildan de reaccionario, retrógrado y refunfuñón, de observar el mundo según su cómoda poltrona y de algunas lindezas más, que se resumen en la declaración de un miembro del público, "este hombre es el facha de toda la vida, que encima nos quiere dar lecciones intelectuales"; "además", continúa el anónimo opinante, "el individuo esta determinado a la neurosis, y qué pasa con los miembros de las autoridades, incluidos los terapéutas, ¿no son individuos también con un comportamiento patológico?".
Por otra parte, el ponente Wilbur Wring, si bien no niega que hay ciertas características biológicas que pueden derivar en una neurosis de aúpa, establece un mayor hincapié en las condiciones sociales en las que se encuentra el individuo, el cual se ve de alguna manera determinado a parecer y actuar como un bodoque monumental. Según Wring, es la falta de las más elementales necesidades fisiológicas el caldo de cultivo para las enfermedades mentales, por lo que no extrañaría así nada el comportamiento de la mayoría de las especies que habitan el Kòsmos. Pero lo más sorprendente en este hombre es que él inserta, en esas necesidades materiales, también el desarrollo sexual; como manifestó uno de sus seguidores, "enfrentándose así a la gran cantidad de meapilas que pretenden dirigir nuestras designios". Por lo tanto, "sin un adecuado desarrollo material, higiénico y sexual, el resultado es lo que vemos a nuestro alrededor, una pena de individuos y de sociedades, vamos". El que era probablemente otro seguidor de las tesis de Wring, apareció con una pancarta en el acto, de mensaje hábil y expedito que rezaba "Hay que follar más, señores", ante la indignación de las autoridades políticas y religiosas, y la media sonrisa del ponente.
Un tercer conferenciante, Ernest Esse, hizo que Morfeo abrazara a gran parte de los asistentes con una densa charla más bien inaprehensible. Esse considera que son las estructuras económicas, políticas e ideológicas las que determinan el caracter del individuo, cuyas energías productivas son también las que producen esas condiciones y construyen la historia del Kósmos en sucesivas etapas con diferentes paradigmas. ¡Ahí es nada! Según esta visión, no existiría una naturaleza buena o mala en las especies kósmicas, constructivas o destructivas, sino que según la época y las condiciones mencionadas se darían una serie de consecuencias determinadas. "El primer gran error", según afirmó el ponente, "es considerar a unas sociedades más avanzadas que otras, o lo que es lo mismo, afirmar una superioridad en el progreso para someter a otras especies". Especialmente, resulta sorprendente en Esse su teoría de la enajenación, según la cual "las masas no serían tan estólidas, como parecen con su comportamiento, sino que están dominadas por fuerzas externas que la empujan a consumir compulsivamente en una sociedad que lo demanda una y otra vez, alejándolas de toda capacidad de reflexión y de discurso y produciéndolas una falta de consciencia sobre su individualidad". ¡Aquí ya se armó! Los gritos de "¡fuera, fuera!" se dieron entre los seguidores del carca de Puagh, las autoridades presentes en el acto se levantaron indignadas, manifestando "con lo que nos ha costado construir un orden kósmico y domeñar a las masas, incapacitadas para gobernar sus propias vidas, nos viene el listillo éste con sus teorías para revolucionar al personal". Es digno de reseñar el comportamiento de Sebastian Puagh, a pesar de su edad y haciendo buenas sus teorías sobre la naturaleza violenta del individuo, enarboló su bastón de roble macizo y trató de alcanzar en varias ocasiones al bueno de Esse, que continuaba impasible con su prolija conferencia (tal vez, ensimismado con su discurso, validando también su teoría). Wilbur Wring, no exento tampoco de beligerancia, trató de llevar las cosas a su terreno y espetaba a los demás, "veis como hay que follar más, reprimidos". En fin, son como niños.
Dos asistentes a las conferencias, seguidores de tesis antagónicas, dispuestos a tener más que palabras. |
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